jueves, 19 de abril de 2018

SOBRE LA REVOLUCIÓN EN OCCIDENTE (y IV)



En base a todo lo expuesto hasta ahora, podemos sacar la conclusión de que la lucha por el socialismo en los países capitalistas desarrollados reviste unas características especiales que la diferencian notablemente del anterior periodo flujo revolucionario. Además, también hemos de tener en cuenta que en las sociedades occidentales actuales existen algunos factores que tienden a dificultar aún más, si cabe, la lucha revolucionaria.

Por una parte, el envejecimiento relativo de la población; por otra –a pesar de que, como es lógico en el capitalismo, persisten las consiguientes desigualdades sociales y continúan existiendo sectores marginados y/o excluidos- puede decirse que, en general, las clases y capas populares cuentan con un nivel de vida relativamente elevado (como consecuencia de que, en una u otra medida, también se benefician de la división internacional capitalista del trabajo y de la posición dominante de sus respectivos Estados en el plano internacional) lo que las hace más impermeables a la influencia revolucionaria.

Además, en muchos de los Estados capitalistas occidentales existen regímenes políticos democrático-parlamentarios lo que, en cierta medida, contribuye a legitimar en ellos la explotación capitalista. Y por si esto fuera poco también hemos de decir que, a diferencia de lo que ocurrió en la Rusia pre-revolucionaria –en la que los bolcheviques llevaron a cabo una amplia labor ideológica y política en el seno del ejército, de composición social fundamentalmente obrera y campesina, aprovechando las condiciones creadas por la participación del Estado zarista en la Primera Guerra Mundial- en la mayoría de los países capitalistas occidentales, no existe un servicio militar obligatorio [25], sino que cuentan con ejércitos profesionales, es decir, compuestos de mercenarios y, por tanto, ajenos a los problemas de la clase obrera y las masas populares.    

Superar el reflujo

A pesar de todo ello, los comunistas hemos de ser capaces de superar la actual situación adversa y, en cada nación, en cada Estado, también en Euskal Herria, basándonos en el análisis concreto de la situación concreta, debemos plantearnos inicialmente dos tareas esenciales:

1.- Reactivar la lucha ideológica contra la influencia de la burguesía en el seno de la clase obrera y las masas populares, especialmente contra las distintas variantes del reformismo y del oportunismo; y

2.- Recomponer el sujeto revolucionario superando su actual desarticulación, que ha sido una consecuencia de los cambios producidos en la estructura social como consecuencia del desarrollo del capitalismo [26]. En este sentido, en el caso concreto de Euskal Herria, consideramos que el concepto de Pueblo Trabajador Vasco puede cumplir esa función de aglutinante social y de reconstrucción del sujeto revolucionario.

¿Pero cómo concebimos el Pueblo Trabajador Vasco? Para ello, debemos tener en cuenta que, en la sociedad vasca, de manera similar a lo que ocurre en otras sociedades desarrolladas del occidente capitalista, la estructura social es relativamente compleja. Es decir que, para conocerla mejor, debemos profundizar en nuestro análisis, elevando nuestro nivel de conocimiento de lo abstracto (modo de producción capitalista) a lo concreto (formación económica y social). Lo cual nos lleva a considerar que en esta no existen únicamente las dos clases antagónicas que encontramos en aquel, la burguesía y el proletariado, sino que, entre ambas, hay toda una serie de clases, franjas y sectores sociales, muchas de las cuales pueden y deben ser ganadas para la causa del socialismo.

Unas clases, capas y/o sectores sociales que entre sí tienen sus propias contradicciones, aunque también tengan unos intereses comunes con la clase obrera que debe ser capaz de ganarlas para la causa de la revolución. Ese conjunto diverso, heterogéneo, es lo que constituye el Pueblo Trabajador Vasco [27]. Y, en su seno, el proletariado, la clase obrera de los sectores productivos, constituye su núcleo.

Se trata de una clase que, por el lugar que ocupa en el proceso de producción, es la clase potencial y objetivamente más revolucionaria. Y ello a pesar de que, hasta ahora, sólo una pequeña parte de ella haya llegado a tomar conciencia del papel histórico que puede y debe desempeñar, como clase dirigente del proceso revolucionario.

Por eso, para que la clase obrera pueda ser capaz de superar ese nivel incipiente de conciencia de clase (de clase en sí) para alcanzar el nivel superior (de clase para sí), de conciencia revolucionaria, es necesario y esencial el trabajo de los y las comunistas entre las masas. Un trabajo que, para que se pueda desarrollar de forma eficaz y efectiva (organizada y planificada) requiere de un partido revolucionario de vanguardia, de un partido comunista que, de hecho, debe ser la expresión de la conciencia organizada del proletariado. Y esto es igual de necesario para cualquier país de nuestro ámbito geopolítico, Europa occidental, y entre ellos, de igual modo, también para Euskal Herria.

Tomar (nuevas) posiciones

La experiencia histórica del movimiento revolucionario internacional nos enseña que las revoluciones más paradigmáticas, como fueron la revolución soviética de Octubre de 1917 en Rusia y la revolución china, tuvieron lugar, en ambos casos, a través de un fuerte enfrentamiento con el aparato militar de la clase dominante, aunque entre ambos procesos hayan existido notables diferencias, tanto en su desarrollo como en las condiciones histórico-concretas (sociales, económicas, políticas, culturales, etc.) que los hicieron posibles.

En base a estas y otras experiencias históricas es por lo que la teoría marxista siempre ha considerado que el paso al socialismo tendría lugar de forma violenta, debido a que, en cada país, la clase dominante no renunciaría al empleo de ningún medio para aplastar al movimiento revolucionario. Esto, incluso, en el hipotético caso de que la clase obrera y el pueblo pudieran llegar al poder por medios pacíficos.

Debemos extraer enseñanzas de la rica experiencia histórica del movimiento comunista y revolucionario, pero ello no significa que siempre, en cualquier circunstancia, en todo momento y lugar, hayamos de seguir unas mismas y únicas pautas. El movimiento revolucionario no puede ajustarse a unos modelos únicos y predeterminados de desarrollo, pues nada estaría más lejos de la realidad.

Eso sí, en los distintos Estados burgueses, en todos los países capitalistas de la Europa occidental, a pesar de las diferencias que pueda haber entre unos y otros en lo relativo al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas o al tipo de régimen político que en ellos exista, al grado más amplio o más restringido de democracia parlamentaria que puedan tener cada uno de ellos, la vanguardia revolucionaria habrá de ser capaz de ligarse estrechamente con las masas trabajadoras, evitando caer en posiciones que puedan favorecer su aislamiento social y político. Ello supone que, independientemente de las diferentes condiciones en que haya de desarrollar su trabajo ideológico y político en unos u otros países, tendrá que plantearse el trabajar en los sindicatos y en los distintos movimientos sociales (juvenil, feminista, anti-represivo, vecinal, etc., etc.) con objeto de imprimirles una orientación revolucionaria.

Así mismo, no se puede rechazar, pues ello supondría un error imperdonable, la posibilidad de participación electoral a distintos niveles, teniendo siempre meridianamente claro que, en última instancia, esto no debe constituir la actividad principal para un partido revolucionario y que tampoco se puede, a partir de ello, crear falsas expectativas sobre la posibilidad de lograr la toma del poder por vía pacífica y exclusivamente parlamentaria. 

En cualquier caso, los comunistas no podemos abstraernos de las condiciones concretas en que se está desarrollando el capitalismo, en su actual estadio de “globalización”, es decir su modelo actual de acumulación o de valorización del capital, en los distintos países de la Europa occidental, y en concreto tanto en los Estados español y francés como en Euskal Herria.

En este sentido, debemos hacer una referencia especial a que la mayoría de dichos Estados pertenece a la UE y a la OTAN (la alianza militar capitaneada por el imperialismo norteamericano). Unos organismos que, cada uno en su ámbito, actúan de forma constrictiva frente cualquier posibilidad de cambio, ya no sólo revolucionario, sino tan siquiera democrático-progresista. Por ello, la lucha por el socialismo en Europa debe ir unida, inexcusablemente, a la lucha contra la UE y por la disolución de la OTAN y el desmantelamiento de las bases militares de EEUU en los distintos países europeos.

Al mismo tiempo, las distintas naciones oprimidas de Europa, que constituyen un gran potencial revolucionario [28] pueden llegar a desempeñar, con su lucha por la autodeterminación, un importante papel, contribuyendo a debilitar y resquebrajar el proceso de construcción de la nueva potencia imperialista que es la UE. De ahí la necesidad de que los comunistas debamos participar activamente en la lucha de todas estas naciones por su liberación, dotándolas de una perspectiva revolucionaria socialista.

Avanzar hacia el socialismo

Ningún proceso revolucionario puede ser exactamente igual a otro. Por eso no podemos pretender que ni la Revolución Vasca ni cualquiera otra que en el futuro se llegue a desarrollar en nuestro entorno, pueda tener unas características similares a las que tuvieron otras revoluciones históricas.

En el caso de los países capitalistas desarrollados, por una serie de razones ya apuntadas anteriormente, resulta difícil imaginar que las condiciones objetivas y subjetivas que se dan en ellos, puedan llegar a posibilitar un proceso revolucionario similar al que tuvieron aquellas.

En líneas generales, hay que decir que en estos países habrá que combinar la “toma de posiciones”, tanto en los centros de trabajo y de estudio (a través de las distintas organizaciones de masas), como en las propias instituciones burguesas representativas (por medio de la consiguiente participación electoral), de tal forma que ello permita simultanear la lucha de clases, tanto en la calle –al margen de ellas- como en el propio seno del aparato de Estado burgués, en la propia “fortaleza” del capital.

En cualquier caso, de lo que podemos estar seguros-as desde ahora es que la burguesía y el imperialismo no van a renunciar al poder pacíficamente y que tratarán de aplastar al movimiento revolucionario, empleando para ello la fuerza, incluso a pesar de que éste pudiera haber llegado al gobierno de forma democrática, tras un triunfo electoral.
Es por ello que, en última instancia, el pueblo trabajador se verá obligado a defender sus conquistas por todos los medios y, por más que sus deseos sean los de llegar pacíficamente al socialismo, lo más probable es que finalmente se vea abocado al uso de la violencia, como la historia nos ha demostrado hasta ahora [29].

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NOTAS

25.- En la UE de los 27, sólo hay cinco países con servicio militar obligatorio: Grecia, Chipre, Austria, Finlandia y Estonia.

26.- Ver: “Sobre la Revolución en Occidente (II). Los cambios en la estructura social”. Sugarra (15-02-2018).

27.- Sobre este concepto, ver. Santi Ramírez. “Aproximación al análisis de clase de Euskal Herria”. Aptdo. 2.2.7. El Pueblo Trabajador Vasco. Págs. 31 y 32. Ponencia presentada en el Seminario-debate organizado por IPES en Bilbao, en febrero de 2012.


29.- Ver: “Cómo avanzar hacia el socialismo en las condiciones concretas del capitalismo desarrollado”. Sugarra (16-02-2016). También: “Nuestrosplanteamientos estratégicos”. Aptdo.- 8. Sugarra (11-09-2014) y “Nuestros objetivos tácticos”. Introducción. Sugarra (04-11-2014).