jueves, 15 de febrero de 2018

SOBRE LA REVOLUCIÓN EN OCCIDENTE (II)



Hacia una nueva revolución industrial

Hace ya algún tiempo que en los círculos de debate y coordinación de la gran burguesía, como es el caso del Foro de Davos, se comenzó a plantear la necesidad de preparar la llamada “cuarta revolución industrial”. De hecho, este fue el lema que se adoptó para la reunión del Foro que tuvo lugar a mediados de enero de 2016 en Suiza, en la que participaron unos 2500 representantes de grupos financieros, grandes empresas industriales, diferentes gobiernos burgueses, periodistas especializados en temas económicos, etc.

Según se afirmaba en un comunicado oficial del Foro, en el que se resumían los resultados de la conferencia, estábamos siendo testigos de una rápida y poderosa “confluencia” de profundos cambios tecnológicos tales como la Inteligencia Artificial (IA), el “big data” [7], los automóviles autónomos, los sensores, la biotecnología, la impresión 3D, la robótica, etc. Todos estos aspectos conformarían la “cuarta revolución industrial”. Pero, al mismo tiempo, los participantes en el Foro también preveían unas graves repercusiones de la misma sobre el empleo, el crecimiento de la desigualdad, el control de las tecnologías, etc.


En relación con la idea de la “cuarta revolución industrial” surge el concepto de “industria 4.0”. Un nuevo tipo de empresa que incorporaría todos los aspectos enumerados más arriba y que, de hecho, ya en la actualidad, va desplazando progresivamente a las industrias “tradicionales”, pues mientras estas últimas se caracterizan por mantener un sistema de producción centralizado y una división social del trabajo más rígida, aquellas (las empresas 4.0) conformarían un sistema “flexible, descentralizado y modular”.

A diferencia de las empresas “clásicas”, con trabajadores-as con contratos de trabajo formales, ya sean fijos o eventuales, las empresas 4.0 se caracterizarían por la producción descentralizada, que fundamentalmente estaría basada ya no en contratos laborales sino en la contratación de servicios a trabajadores autónomos independientes.

Según los apologistas de este tipo de nuevas empresas, la incorporación (rápida y masiva) de las nuevas tecnologías, redundaría en una reducción de los costes de producción, el aumento de la eficiencia y la eliminación parcial de formas de trabajo arduas y monótonas. Entre los firmes defensores de la “cuarta revolución industrial”, se encuentra el gobierno de Gasteiz. Como refleja una revista de información económica:

“La apuesta del Gobierno Vasco por la cuarta revolución industrial, lo que se conoce como industria 4.0, "tiene que servir" para que la economía crezca, y también para generar riqueza y empleo e impulsar el desarrollo de Euskadi.

El viceconsejero vasco de Industria, Javier Zarraonandia, se ha pronunciado así en el acto de apertura de la jornada sobre industria 4.0 que se celebra hoy en la Universidad de Deusto organizada por esta institución académica y la consultoría Accenture.

Zarraonandia, … ha repasado los puntos principales del Plan Industrial 2017-2020 para Euskadi, que incluye la estrategia para afrontar la citada cuarta revolución industrial.” [8].

Sin embargo, las empresas 4.0 no sólo van a poner en peligro muchos de los puestos de trabajo actualmente existentes [9], sino que, en la práctica, van a provocar una devaluación de la cualificación de los trabajadores y trabajadoras. Al mismo tiempo, al amparo del uso de las nuevas tecnologías van a permitir la implantación de un régimen de mayor control social y de vigilancia total en los centros de trabajo. También es muy probable la progresiva reducción de los salarios medios, aunque ciertas cualificaciones (indispensables para la reproducción de las relaciones capitalistas de producción) puedan verse mejor remuneradas, aumentando así las desigualdades sociales [10].

El gobierno vasco es uno de los mayores defensores de la implantación de este tipo de empresas en la CAPV. De hecho, en el Acuerdo de Gobierno entre PNV y PSOE, se contemplaba el Plan de Industria 2017-2020 que, según afirman sus promotores:

“… se enmarca en el Programa Marco por el Empleo y la Reactivación Económica Euskadi 2020, y se ha elaborado en conexión directa con el conjunto de iniciativas del ámbito de la competitividad como son el Plan Vasco de Ciencia, Tecnología e innovación; la Estrategia energética 3E2030; el recién aprobado Plan de Emprendimiento 2020; el Plan de Internacionalización;  la Agenda Digital 2020;  la Estrategia de Empleo, los planes de educación de FP y Plan Universitario, así como el Plan Director de Transporte Sostenible.” [11].

Uno de los elementos que ya están experimentando un importante desarrollo como consecuencia de la “cuarta revolución industrial”, es el de las llamadas plataformas digitales. Se trata de sistemas virtuales (que no existen físicamente) a los que sólo se accede a través de Internet. Hasta ahora, este era un tipo de sistemas que estaba más bien dedicado a la educación, especialmente al aprendizaje de idiomas, pero al que actualmente se les han encontrado otras aplicaciones.

Las plataformas digitales facilitan el acceso a quienes ofrecen trabajo y también a quienes solicitan un servicio. De esta manera, contribuyen a transformar el trabajo, descomponiéndolo en toda una serie de servicios individualizados. Estas plataformas fragmentan las tareas, descomponiendo los grupos que trabajan colectivamente, e individualizando las relaciones laborales. El creciente empleo de las plataformas digitales tiene como consecuencia una distorsión en los estilos y los métodos de trabajo y provoca un efecto des-estructurador sobre la propia organización del trabajo. 

Las plataformas digitales utilizan el trabajo de otras personas y lo gestionan, aunque sin proporcionar por ello puestos de trabajo (empleo) asalariado. Todo ello sin contraer las mismas obligaciones (jurídicas) laborales y sin asumir las responsabilidades asociadas a la figura del patrono (empleador). De esta manera, se explota el trabajo “a demanda”, un trabajo de “usar y tirar”, realizado por trabajadores-as desconexos-as, que la “plataforma” se encarga de ensamblar [12].

Los cambios en la estructura social

En el conjunto de los países capitalistas desarrollados, la clase obrera no constituye un todo homogéneo sino que, debido a la actuación simultánea y combinada de una serie de factores (socioeconómicos, educativos, técnicos, sexuales, generacionales, étnicos, culturales, etc.) adquiere un alto grado de heterogeneidad, un nivel de segmentación tal, que nos obligan a profundizar en el análisis de su estructuración interna, de cara a conocerla mejor, con objeto de impedir su disgregación y posibilitar su incorporación a la lucha como un único (aunque complejo) sujeto revolucionario.

¿A qué tipo de segmentación nos referimos? En primer lugar a la que se deriva del trabajo. Así, se produce una primera diferenciación entre los trabajadores-as con empleo y los-las que se encuentran en el paro (desempleados-as). Y también entre quienes desarrollan un trabajo fijo, estable y/o con contrato indefinido y quienes trabajan de forma eventual, por horas, de forma intermitente, con alguno de los múltiples tipos de contrato “basura” existentes, con bajos salarios, etc., que en general desarrollan un trabajo en precario. En cuanto a este último aspecto, hay que decir que la precarización laboral puede verse aún mucho más reforzada como consecuencia del la progresiva “uberización” [13] de los trabajos.

Como dice la historiadora Josefina M. Martínez:

“La ideología que acompaña esta `nueva forma de economía´ se viste de `colaboración´ como si permitiera una relación libre entre servicios y necesidades, sin mediación del capital. El `sharewashing´ (lavado de cara con la idea de `compartir´) es la nueva práctica de muchas empresas, una continuación del `greenwashing´ (empresas que usan un discurso `verde´ de cuidado del medio ambiente) o el `pinkwashing´ (empresas que utilizan referencias gay-friendly para vender más). De esta forma, prácticas comerciales como vender, comprar o alquilar, se transforman en “compartir” [14].

Otra de las divisiones que se dan en el seno de la clase obrera es la que existe en función del sexo, por la que los trabajadores varones, aunque estén mal pagados, cobran un mayor salario que las trabajadoras por el mismo trabajo realizado.

También se dan divisiones derivadas del nivel de formación técnico-profesional que se requiere para el desarrollo de unos tipos de trabajo y otros. Así, nos encontramos con la diferenciación entre el trabajo cualificado y el no cualificado (por ejemplo, el dedicado a labores de peonaje).    

Igualmente, podemos hablar de las diferencias generacionales entre trabajadores-as de mayor edad y los-las más jóvenes (generalmente con salarios más bajos en los mismos empleos); así como divisiones en cuanto al origen o procedencia, como la que se da entre el sector autóctono de la clase obrera y el inmigrante, especialmente (cuando a ello se añaden las diferencias étnicas, si las hubiera).

Pero, si todo esto que acabamos de decir tiene un carácter general para la mayor parte de los países de nuestro entorno, en el caso concreto de las naciones dominadas por el Estado español, como es el caso de Euskal Herria, Catalunya o Galizia, adquiere una complejidad aún mayor si cabe en comparación con las diferencias que se dan en el seno de la clase obrera del resto de los Estados capitalistas de nuestro entorno próximo.

De ahí que, a la hora de tratar estas contradicciones, debamos poner la máxima atención y tener el mayor cuidado en favorecer y reforzar la unidad de la clase obrera así como en contrarrestar todos los intentos de aprovecharlas para fomentar su división que, indudablemente, está llevando a cabo la burguesía para debilitarnos y mantenerse en el poder.

También debemos estar atentos-as a las falsas ilusiones con que nos tratan de engañar tanto la burguesía como sus instituciones políticas, cuando nos presentan los cambios que pretenden introducir en el sistema productivo como una mera innovación o adecuación a los nuevos tiempos y a las modernas tecnologías.

Unos cambios que, según nos dicen sus defensores, hasta pueden crear numerosos puestos de trabajo cualificados, cuando la realidad es otra bien distinta ya que sus consecuencias para el conjunto de trabajadores y trabajadoras van a ser muy graves, como ya hemos visto más arriba al referirnos a la llamada “cuarta revolución industrial” y a la “fabricación 4.0”.

NOTAS

7.- Se denomina así al proceso de recogida, almacenamiento y procesado de enormes cantidades de datos con objeto de encontrar información oculta, pautas recurrentes, nuevas correlaciones, etc.; el conjunto de datos así tratado es tan grande y complejo que los medios tradicionales de procesamiento resultan ineficaces. Y es que nos estamos refiriendo a cómo recoger, analizar, procesar, buscar, compartir, almacenar, transferir, visualizar, etc., ingentes cantidades de información, de la cual se pueda obtener conocimientos en tiempo real y al mismo tiempo proteger la información recogida de actuaciones provenientes del exterior del sistema. La capacidad de almacenamiento requerida para posibilitar todo el proceso ha ido aumentando constantemente para poder recopilar e integrar toda la información.



9.- En un artículo titulado “Los robots, la cuarta revolución industrial”. El País (08-02-2016), se afirma que “los autómatas y la inteligencia artificial afectarán a cinco millones de empleos para 2020”. Puestos de trabajo que, según el citado diario, se perderían en los 15 países más industrializados del mundo.

10.-Ver: Aaron Tauss. “¿Hacia la fábrica 4.0? Reflexiones sobre la “cuarta revolución industrial” y el futuro del capitalismo. Revista Izquierda. Nº 62. Marzo 2016. Bogotá. Colombia.


12.- Ver: Dominique Méde. “Los efectos de la automatización en el trabajo y el empleo”. Pasos a la izquierda. Nº 10 (Noviembre 2017).

13.- En los últimos años se ha venido constatando que la creciente utilización por parte de las empresas de las “plataformas digitales” está contribuyendo en buena medida a una precarización aún mayor del empleo, al convertir muchos puestos de trabajo en un auto-empleo ficticio.

En realidad, la precarización del trabajo comenzó antes de que hicieran aparición estas plataformas, pero lo que sí es cierto es que su creciente utilización está contribuyendo a que el trabajo vaya adquiriendo un carácter cada vez más informal y casual, cada vez menos sujeto a cualquier tipo de control y regulación jurídico-laboral. Con este tipo de plataformas, los trabajadores-as pasan a ser considerados-as como si fuesen una especie de materia prima, de bajo coste, intercambiable de forma indiferenciada.

14.- Ver: Josefina M. Martínez. “Uberización y explotación, la verdadera cara del capitalismo “colaborativo”.  La Izquierda Diario (08-07-2017).